Las tarjetas de presentación ahora más que nunca son una herramienta importante de etiqueta definidas por sofisticadas reglas: la convención social expresaba que una persona no se presentaba en casa de otra (a menos que hubiera sido invitada) sin dejar primero su tarjeta de presentación. Cuando se iba de visita y los dueños de la casa no estaban se dejaba la tarjeta al servicio como muestra de que se había pasado por el domicilio.
¿Cuándo se usaron por primera vez?
Las tarjetas de presentación se utilizaron por primera vez en China en el siglo XV pero su uso no se introdujo en Europa sino después de dos siglos, cuando los lacayos de los aristócratas de la alta sociedad las entregaban anticipando la visita de sus señores, de ahí su nombre.
¿Qué presentaban?
Al comienzo estas tarjetas presentaban solo el nombre y la dirección de su titular aunque solían añadirse anotaciones hechas a mano. En 1855 Eugène Disdéri tuvo la idea de adherir una foto a su tarjeta de presentación inventando la tarjeta fotográfica.
Era una fotografía compuesta de ocho imágenes hechas en una sola sesión y pegadas sobre dicha tarjeta en la que la persona siempre aparecía posando, algunas veces en un decorado muy teatral. Esta idea se puso pronto de moda sustituyendo a las que sólo llevaban el nombre.
¿Para qué clases sociales fueron diseñadas?
La tarjeta de presentación ya no es un rasgo exclusivo de la clase alta o media, hoy en día es común entre todas las capas sociales y en ella los detalles del contacto, incluyendo la dirección y el número de teléfono.
Con el tiempo la intención fue diferenciarse del resto y se empezaron a buscar originales ideas para presentarse en las tarjetas de visita: la clase alta posaba con sus emblemas familiares, otros posaban con sus herramientas de trabajo.
Fue en Inglaterra donde vieron en estas tarjetas un nueva posibilidad: usarlas como tarjetas de comercio, es decir, un medio mediante el que obtener publicidad y poniendo un mapa de situación para llegar al negocio. En Estados Unidos las llamadas “calling cards” eran algo esencial para que la clase media se presentara en sociedad aunque también se empleaban para establecer relaciones de comerciales.
Esta pequeña pieza, normalmente de cartón, que contenía (y contiene) la mayoría de nuestros datos de contacto, es el recordatorio permanente de que estamos ahí, y eso es algo que sigue estando presente y que no ha desaparecido con las novedades tecnológicas aunque sí ha sufrido dos grandes cambios en su utilidad y su contenido.
Aunque no ha desaparecido por completo de nuestras carteras sí se ha visto reducida su importancia con el auge del correo electrónico, perfiles en redes sociales y de datos digitales aunque aún existen muchos momentos que se requieren de una tarjeta de presentación pero para esos casos las condiciones también han cambiado. Antaño primaba la ostentación y al poner la dirección física de nuestra sede profesional era un símbolo de seriedad.
Ahora los datos básicos de una tarjeta de presentación ya no tienen por qué incluir direcciones físicas (entendamos que existen múltiples empresas virtuales, con oficinas virtuales, etc.) ni teléfonos fijos, sino el nombre y apellidos del profesional, cargo, el nombre de la empresa, la dirección de correo electrónico, el sitio Web, usuario de Twitter, un teléfono móvil.
Referencia de la información: www.printyourcolor.es